El pueblo de Lençois

El pueblo de Lençois es quizás la puerta famosa de la chapada pero no “LA PUERTA” pues el parque natural está salpicado de pueblecitos que se reparten los campamentos base de decenas de puntos de interés.

En Lençois trabajo en un proyecto de video para una posada, hay que ganarse el pan para seguir viajando, pero el trabajo incluye algún paseo para tomar planos de lugares lindos, lo que me permite conocer, por ejemplo, el impresionante Pozo Azul, una gruta con agua cristalina de tonos azules eléctricos en la que puedes nadar y te da la sensación de estar levitando. Una experiencia y un lugar únicos que no olvidas en la vida.

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Fotografía realizada con una Lumix GH4

También tengo la suerte de coincidir con Martina Gees, una suiza intrépida que lleva también 5 años pedaleando el mundo. Fue entrañable coincidir y compartir un buen tiempo con alguien que está en una onda tan parecida, pero a la vez tan minoritaria.

Con Martina nos lanzamos a conocer la cascada del Sosego, a la que llegamos tras un bonito trekking esquivando algunas serpientes mientras remontamos el rio que da vida al Riberão do Meio, que os presenté en el anterior capítulo.

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Fotografía realizada con una Lumix GH4

Al llegar nos quedamos boquiabiertos ante el anfiteatro que ha generado la cascada.

Era mi cumpleaños y lo celebré lanzándome al agua desde una altura adrenalínica para un “abuelo” de 38.

Volvemos al pueblo, donde seguimos disfrutando de charlas hasta crear una rutina diaria de cervezas, anécdotas y risas por las calles más populares. Algunos lugareños toman una copa de más al son de la alegre samba brasileira, que se improvisa las noches de duende bajo la luz de las farolas. Algunos marineros de montaña se ahogan con las olas de la dura cachaça que toman altura con la noche.

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Fotografía realizada con una Lumix GH4

No todo es bonito en el paraíso y el terrible calor y la sequía de la que os hablaba en episodios pasados provocan numerosos incendios que arrasan gran parte de la Chapada. Los corazones se encojen al ver la luz roja de los fuegos por la noche y durante el día se pueden observar las duras heridas de la noche y las humaredas lejanas nunca se apagan. La pesadilla durará más de un mes.

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Fotografía realizada con una Lumix GH4

Tras unas semanas de trabajo y trekkings, con los incendios prácticamente extintos gracias a las primeras lluvias, pedaleo rumbo otro gran punto de la chapada, el Vale do Capão, pero en el aparente corto trayecto se esconden muchos rinconcitos que visitar.

Paso obligado es el del centinela Morro do Pai Inácio, desde donde ves la panorámica de los diferentes morros que dibujan el peculiar perfil de la Chapada.

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Fotografía realizada con una Lumix GH4

De ahí a la gruta Pratinha, un finca que esconde una laguna de aguas cristalinas que te trasladan al Caribe mientras los monos miran desde los arboles el extraño comportamiento de esos primos ruidosos. Tiene un par de grutas increíbles. En una, puedes hacer un snorkel adentrándote 200 metros en la más completa oscuridad, en la que pareces un espeleólogo submarino.

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Fotografía realizada con una Lumix GH4

La otra es la gruta azul, recuerda un poco a la del pozón pero esta vez no está permitido el baño para preservar su transparencia y entorno.

Sigo mi camino pero un letrero me silva “Gruta torrinha” y como puedo improvisar lo que quiera en el viaje, tomo un camino lleno de polvo que lleva a la entrada de la cueva. Una maravilla que esconde todo tipo de figuras, como una curiosa formación imita la de algunos morros de la chapada.

Increíble recorrido con más de 2 km tierra adentro repleto de rincones únicos y sensaciones  potentes, incluso en la salida se pueden contemplar pinturas  rupestres.

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Fotografía realizada con una Lumix GH4

De ahí al Vale do Capão por un recorrido de ripio que hace sudar la gota gorda, pero vale la pena ya que visitas una de las reinas de la Chapada, la famosa Cachoeira da Fumassa. Es un monstruo, con su salto de 340 metros, que cuando va cargado de agua es una cola espectacular que ruge sin complejo y cuando lleva menos caudal el viento hace que se dé la vuelta y suba hacia arriba, bailando en el camino y generando juegos de arco iris. Yo tuve la suerte de verla en sus dos caras ya que pasé un buen tiempo por la zona. En la región hay innumerables caminos para perderse y mucha gente y experiencias que conocer.

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Fotografía realizada con una Lumix GH4

El fuego tiene su pequeña “cara amable” y de camino a la Fumassa nos regala una espectáculo que hacía 17 años que no se veía, el florecer de la especie Candombá o Flor del fuego.  Es una hermosa flor lila que surge unos 30 días después de un incendio. El contraste entre la oscura ceniza y el radiante lila es belleza pura para las retinas.

Llego al pueblo de Capão, concretamente al oasis dentro del oasis que es el camping Ganesha, donde me espera Julio, un genio chileno amigo de Jorge Galeano que me guiña un rinconcito en el hermoso lugar donde pasaré un buen tiempo del que os hablaré en el siguiente capítulo.

 

Hay mucho que contar de Capão, no os lo perdáis 😉

 

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