La industria de la tecnología no escapa al acoso sexual, el acoso o el racismo. ¿Un ejemplo? Una de cada diez mujeres en el mundo de la tecnología se enfrenta a avances sexuales no deseados, según el Centro Kapor para el Impacto Social y Harris Poll, que entrevistaron a más de 2.000 trabajadores que abandonaron la industria en EEUU durante los últimos tres años.
La cultura de fraternidad en las tecnológicas, de la cuál el máximo exponente es la gran plataforma de transporte de pasajeros en coches negros, está generalizada. Su fundador ha sido criticado por hacer cosas como destacar el atractivo de su start-up para el sexo opuesto, y la compañía se enfrenta a una investigación por su incapacidad de promover a mujeres o tomarse en serio las acusaciones de acoso.
El Departamento de Trabajo de EEUU ha acusado al mayor buscador del mundo de pagar a las mujeres significativamente menos que a los hombres, un cargo que ha negado. Otro estudio entre 210 mujeres en Silicon Valley señala que dos terceras partes de las mujeres se han sentido excluidas de eventos sociales y de networking. Un estudio de la empresa de investigación PayScale señala que sólo el 21% de las tecnológicas estadounidenses tienen directivas, una cifra que en otras industrias alcanza el 36%.
No se sabe si el huevo viene antes de la gallina, pero lo cierto es que en los últimos veinte años muchas menos mujeres en EEUU estudian informática, matemáticas o ingeniería.
En realidad, no hay mejor ejemplo que la serie de HBO Silicon Valley, un fiel reflejo de la situación en el gran centro de la innovación en EEUU, protagonizada por unos personajes cuya empatía hacia las mujeres tiende al cero, pese a que casi todos los personajes femeninos que aparecen son más competentes y tienen más inteligencia emocional que sus contrapartidas. ¿Es casual que el creador de la serie, Mike Judge, haya optado por mostrar este reflejo?
“Creo que si cuando apareció la serie todas las compañías que aparecen en ella tuvieran un 50% de mujeres, estaríamos haciendo un flaco favor al no señalar el hecho de que en realidad hablamos de un 87% de hombres. Estamos atacándoles por ello, no es lo mismo que apoyarles”, subraya.
¿Que la industria sea machista hace que los productos lo sean también?
Al menos, la sociedad lo es. Un estudio de Ipsos Connect para un fabricante de lavadoras mostraba recientemente que sólo tres de cada diez hombre en España se encargan de poner la lavadora.
El machismo es una mala forma de llevar un negocio, si tenemos en cuenta que, según HBR, en EEUU las mujeres controlan la decisión de compra en el 94% del equipamiento doméstico, el 92% de las vacaciones, el 91% de las casas, el 60% de los vehículos y, sí, el 51% de los productos de electrónica de consumo.
Un estudio de MBLM señala que 10 de 15 industrias de su informe Intimidad de Marca 2017 han tenido más éxito en establecer una relación de intimidad con hombres que con mujeres. Aunque no todas las empresas son igual de torpes.
Según el informe, las marcas que han sido capaces de establecer mejores lazos con las mujeres han logrado facturar y ganar más durante los últimos diez años.
Y esto no se consigue con productos rosa. Durante años, la industria de la tecnología ha confiado en este color para generar productos supuestamente dirigidos a mujeres. Error. Se ha puesto más esfuerzo en estas cosas que en buscar soluciones específicas relacionadas para el uso que las mujeres hacen de la tecnología.
Modupe Akinnawonu, responsable de producto en The New York Times, nos recordaba recientemente que algunos de los primeros airbags en los coches no protegían bien a las mujeres porque sólo habían sido probados con crash test dummies varones. “Los primeros programas de reconocimiento de voz no reconocían las voces femeninas ni muchos acentos porque habían sido construidos y probados por hombres (…) Cuando Apple lanzó su primera aplicación de Salud, había una notable excepción a su promesa de ‘controlar todas las métricas en las que estás más interesados’: No tenía en cuenta la menstruación”.
“Las empresas con más mujeres son más propensas a introducir nuevas innovaciones radicales al mercado y las compañías con un equipo de dirección diverso tienden a desarrollar más nuevos productos”, concluye.
Y por obvio que resulte, la industria no ha tomado nota.