OCEANO, AFRICA Y CARNAVAL

Tras siete días de navegación desde Canarias llegamos un atardecer de mucho viento en alta mar a la resguardada bahía de Mindelo en la isla de Sao Vicente.

mercante barco bahia mindelo

Fotografía realizada por Lumix GH3

La encontramos repleta de mercantes descansando de su largo trayecto a Suráfrica y veleros, grandes y pequeños. que en la Isla de Sao Vicente cogen el impulso definitivo para cruzar “el charco” del océano Atlántico.

Las isla perteneciente a la  república de Cabo Verde frente a las costas del Senegal, y nos recibe un poco más agitada de lo normal. Su famoso carnaval está cerca y el ritmo tranquilo que se percibe como habitual, se acelera de vez en cuando con los preparativos y ensayos de los ilusionados habitantes.

Pocas son las calles que miran al turista o visitante con sus precios maquillados y sus locales retocados. En solo diez minutos de tranquilo paseo, ya estas fuera de su radio de acción y puedes respirar y ver como son los gestos reales de sus gentes, como viven y como preparan para ellos, su carnaval.

Una base africana, unos gramos de Brasil, sazón de Canarias, jugo de Senegal, acento de Portugal…  Mezclas todo unos siglos, a reposar, y tienes a Cabo Verde.

 

carnval mindelo colorido patinador

Fotografía realizada por Lumix GH3

Al marrón oscuro volcánico predominante se le escapan sonrojos de colores y más en la semana de alegría carnavalera.

En dos días  de paseos matutinos, ya soy adicto al mercado, ya no solo al principal del pescado, que también, sino a otro más olvidado en el que puedes conversar tranquilamente con locales mientras degustas entre sonrisas de generaciones de matriarcas y descansos de trabajadores, un plato de Catchupa, guiso “potente” a base de distintos tipos de maíz, alubias y carne o pescado que sorprende a esas horas, pero gusta.

La escasa agricultura de las islas hace que el merado estrella sea el del pescado. Me pierdo varios días por el, me recuerda a mis adorados mercaditos de Latinoamérica en los que como en este, puedes comer en un rinconcito comida recién preparada y fresca mientras le tomas el pulso a la vida local.

 

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Fotografía realizada por Lumix GH3

Risas, discusiones, regateos y música de fondo. No hay nada como salir por la puerta de atrás, coger el callejón pequeño para ir robando momentos secretos a los pueblos. La trastienda de los marineros, las pescaderas, el barbero, los negocitos locales o las amas de casa que te muestran donde esta la tiendecita barata, dicen mil veces más que el perezoso centro de información turística, el restaurante con cahipirinha wifi o la mejor tienda de suvenires.

La tripulación junto a viejos amigos “barcoestopistas” de canarias que llegan estos días a Mindelo, nos escapamos a Bahía das Gatas, un pequeño pueblecito al otro lado de la montaña donde disfrutamos de refrescantes baños en el salvaje mar  que azota los volcanes rendidos al tiempo.

Encuentro una luz y paisajes que relajan al más estresado. Pescadores, barquitas, perros vagamundos en busca del turista altruista. Soplo de aire y calma para encarar el colorido carnaval.

Los ensayos que se podían escuchar desde el barco por las noches prometían, pero cuando se desata la fiesta…

Mindelo nos sorprende con un carnaval casero pero potente. Todas las edades van desfilando en grupos, todos el pueblo esta implicado, todos los vecinos, escuelitas, el rico, el pobre y el menos pobre, o se suman o disfrutan, pero Mindelo entero está en la calle y no se cansa de dar vueltas y vueltas en el recorrido que todo el mundo conoce.

A veces es muy Brasil, otras  parece más África.  Quizás es simplemente Cabo Verde, sin más, genuino, que olvida su pasado esclavo a golpe de samba por las mañanas y fados por las noches.

La bahía es preciosa, el color es turquesa y el ultimo día se me escapan varias lagrimitas por dentro al dejarla atrás, creo que algún día volveré a dar saltos de isla en isla y descubrir mejor Cabo Verde entero.

 

volcanes cabo verde

Fotografía realizada por Lumix GH3

Pronto el fuerte viento nos despierta de nuestras cábalas y nos encontramos mirando a los ojos al islote dos Passaros que nos despide con un fuerte viento, sellándonos el pasaporte del recuerdo y deseándonos buena suerte a nuestro gran salto hacia Brasil.

¡Nos vemos al otro lado!

 

 

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