No sé si es porque nací un 29 de agosto pero el verano siempre ha sido mi época favorita del año. Además, soy de las que tolera mucho mejor el calor que el frío y teniendo en cuenta que me encanta bañarme en el mar, lo suelo echar mucho de menos en los meses en los que no puedo disfrutarlo. A pesar de ello, tengo que admitir que, desde hace algunos años, no siento tanta nostalgia cuando llega el momento de ponerse el abrigo y cuando los días ya empiezan a hacerse más cortos.
A lo mejor es la edad, puede ser, pero la llegada del otoño cada vez me gusta más. Por un lado están los colores que te ofrece la naturaleza. A los que somos aficionados a la fotografía, es un espectáculo ver las hojas de los árboles y los paisajes y bosques cuando adquieren esos tonos ocres, tierra y rojizos. Luego están los frutos típicos de esta época, los puestos de venta de castañas, y ese olor tan característico que invade la ciudad. Muchos domingos por la tarde solemos merendar en casa castañas asadas y boniatos, acompañados de un chupito de moscatel, algo que ya se ha convertido en una tradición.
Y los días de lluvia también tienen su encanto. Teniendo en cuenta lo poco que llueve a lo largo del año en Barcelona, creo que cuando toca usar el paraguas resulta hasta divertido y no por ello hay que quedarse en casa. Uno de esos días grises cogimos el coche y nos fuimos a visitar un pequeño pueblo llamado L’Estany y que tiene un bonito monasterio que pudimos visitar. El claustro está muy bien conservado y es toda una joya del románico, con más de 900 años de antigüedad. Justo al salir, empezaron a caer las primeras gotas así que decidimos irnos a comer y ya después regresamos a casa, mientras disfrutábamos de ver la lluvia caer durante el trayecto en carretera.
Con la llegada del otoño también aparecen los primeros resfriados, así que tampoco todo me parece maravilloso, pero en este caso no hay más remedio que saber convivir con los virus y más cuando tienes una hija que acaba de empezar la guardería y trae de todo a casa. Sin ir más lejos, se constipó a los dos días de empezar y por aquí ya estamos todos con tos y con el paquete de pañuelos en el bolsillo.
Me gusta el otoño aunque sí que hay algo que no acabo de llevar del todo bien, y es el cambio de hora y que anochezca tan pronto. Que el sol se ponga a las seis de la tarde me deprime bastante, la verdad, pero luego pienso que de aquí a cuatro días ya tendremos encima la Navidad y ver las calles iluminadas es algo que me encanta.
¿Y vosotros? ¿Cómo vivís la llegada del otoño?
