El pasado 6 de diciembre, mi hija Gala cumplió 2 años. No hace falta que os diga que me han pasado casi en un suspiro. De las mil quinientas cosas que te dicen cuando vas a ser madre, la más cierta de todas es que tus hijos crecen a la velocidad de la luz.
A partir de los dos años es cuando oficialmente el bebé deja de serlo para convertirse en niño, así que para celebrar esta nueva etapa en la vida de Gala y, por qué no decirlo, también en la nuestra como padres, decidimos pasar el día en el parque de atracciones del Tibidabo, uno de los lugares más especiales de Barcelona, no sólo por las maravillosas vistas que te regala, sino también porque mantiene el espíritu de los parques de antes, con un aire clásico que se ha preservado con el paso de los años.
A pesar del frío y que el parque está ubicado en una montaña, nos hizo un sol radiante durante todo el día y pudimos subirnos en muchas atracciones, empezando por el Carrusel, todo un icono del parque, como también la Noria y la Montaña Rusa.
Gala, por su estatura, no podía subirse sola en ninguna atracción pero acompañada pudo disfrutar muchísimo del parque. Fuimos toda la familia, abuelos y tíos, y de alguna forma, todos volvimos a sentirnos un poco niños. Mi hermana y yo íbamos al Tibidabo una vez al año cuando éramos pequeñas. Nuestros padres nos hacían este regalo y, claro, ¡nosotras encantadas! Volver a vivir todo eso casi 30 años después fue una experiencia muy bonita.
Gala pudo soplar las velas de su tarta (con un poco de ayuda, todo sea dicho), abrir sus regalos, y dar así el paso de bebé a niña.
Haciendo un poco de balance, estos dos años han sido dos años de adaptación, de aprendizaje y de descubrimientos para todos. De todos modos, y a pesar de que efectivamente la llegada de un bebé es una revolución, eso no ha impedido que, a nivel individual, hayamos seguido siendo nosotros y que la paternidad se haya instalado de forma natural en nuestras vidas. Nos encanta compartir nuestras aficiones con nuestra hija desde salir a comer, ir al teatro, visitar exposiciones y, por supuesto, viajar. Y aunque al final del día estás realmente cansado y que la logística familiar se complica, merece la pena.
¿Y para cuando el segundo? Esa es una pregunta que últimamente me hacen bastante y un debate que da para mucho, así que mejor lo dejamos para otro post :-).
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