Decía James Joyce en uno de sus libros más famosos, Dublineses, que las aventuras de verdad no le suceden nunca al que se queda encerrado en casa. Así que, haciendo caso al famoso escritor irlandés, hoy saldremos a dar un tranquilo paseo por Dublín y sumergirnos casi sin darnos cuenta en un inmenso legado cultural de arte e historia.
Empezar la jornada en la capital irlandesa conlleva una importante dosis de proteínas e hidratos de carbono, capaz de hacer revivir incluso al viajero más adormilado. El desayuno irlandés consiste en una mezcla de pan, judías cocidas, tomates, champiñones fritos, salchichas, bacon, huevo revuelto y los autóctonos puddings blanco y negro, éste último una especie de morcilla que le diferencia del típico desayuno inglés.
La mejor manera de comenzar por el paseo es recorrer la Calle O’Connell, una de las calles más anchas de Europa, epicentro de la ciudad, que cuenta con una ecléctica mezcla de edificios históricos, como la oficina de Correos y modernos monumentos como The Spire o Monumento de la Luz, que con sus 120 metros es uno de los obeliscos más altos de Europa.
Cruzando el puente O’Connell sobre el río Liffey llegamos al Trinity College y su biblioteca. Ésta fue la primera universidad fundada en Irlanda allá por 1592 y en ella destacan su patio interior, todo un remanso de tranquilidad, y su impresionante biblioteca que alberga el histórico Libro de Kells, escrito e ilustrado a mano por monjes en el año 800 d.C.
La Catedral de San Patricio fue construida entre 1220 y 1260 en honor al patrono de Irlanda, al cual se atribuye la conversión de los celtas paganos. Este edificio medieval está rodeado de unos idílicos jardines que son capaces de transportar a su visitante a otros tiempos.
El Castillo de Dublín fue construido originalmente de forma rectangular. Originalmente era una fortaleza con cuatro torres circulares en sus extremos y una central en uno de sus lados, pero un incendio lo destruyó y lo que podemos ver hoy es una reconstrucción del siglo XVIII. Llaman la atención unas coloridas fachadas y, justo a sus pies, un enigmático jardín circular, cuyo diseño está inspirado en las antiguas joyas célticas y que hoy ocupa lo que era la Piscina Negra (en gaélico Dubh Linn), que, alimentada por el río Poddle, servía de foso al castillo y es origen del nombre de la ciudad de Dublín.
Y claro, tratándose de la capital de la verde Irlanda, no podemos dejar de visitar sus jardines. Aunque el más famoso y antiguo es St Stephens Green, el más especial por sus bustos y esculturas es el Merrion Square Park, donde, entre otras estatuas, encontraremos la del famoso escritor Oscar Wilde, en su día ilustre vecino del parque.
Antes de acabar el día y entregarnos a la cerveza, podremos practicar el shopping en Grafton Street, con sus típicos grandes almacenes, o visitar el St Sthephen’s Green Shopping Centre, un clásico edificio comercial con una impresionante estructura en vidrio y metal de finales del siglo XIX. Y ahora sí, para acabar ya podemos adentrarnos en el barrio del Temple Bar y visitar los numerosos pubs que ofrecen la clásica cerveza Guinness. En el pub Temple Bar, supuestamente el lugar del que toma su nombre el barrio entero, podremos degustar la cerveza negra al son de violines y bodhrán, la típica pandereta irlandesa.
*Fotos realizadas con la Lumix DMC-G6