Uno de los elementos clave en fotografía, por no decir ‘el elemento’, es la luz. Y si existe algún lugar donde ésta es todo un espectáculo, ese es París. Para una aficionada a la fotografía como yo, no hay nada más gratificante que pasear con la cámara por esta ciudad: sus elegantes boulevards, sus cafés… Pocos rincones en el mundo son tan queridos por un objetivo como la capital francesa. Como suele ser habitual cada vez que la he visitado, en mi último viaje a finales de enero me recibió la lluvia y el mal tiempo, pero aun así, y con el cielo plomizo, la luz era perfecta.
París es una ciudad que te atrapa. A lo mejor no estoy siendo demasiado objetiva porque yo ya parto de la base que tengo una especial debilidad por todo lo que suene a francés, pero lo cierto es que tiene un je ne sais quoi que no te deja indiferente. La primera vez que la pisé fue en 2005 en un viaje relámpago de trabajo. Apenas pude ver nada de la ciudad más que un tramo de los Campos Elíseos y la Plaza de la Concordia, que, las cosas como son, no son ni de lejos de los sitios más bonitos. A partir de ahí, ya no volví hasta 2009, y en esa ocasión, fue para pasar unos días de vacaciones, con lo que sí pude explorarla como se merece. He repetido más veces y siempre he encontrado algo nuevo por descubrir, así que a mí nunca me defrauda.
Una de las cosas que siempre suelo hacer cuando voy es ir a alguna exposición. En una ocasión visité una dedicada a Dalí, de carácter temporal, en el Museo Pompidou, uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad y a su vez, más diferente. Y aunque sea el Louvre el que se lleve toda la fama y protagonismo, este centro de arte moderno y contemporáneo no se queda lejos en cuanto a calidad de las obras y además, cuenta con un restaurante en su último piso que tiene unas vistas espectaculares. Una de las cosas que descubrí en uno de mis viajes a París, es que en el Ayuntamiento de la ciudad se programan exposiciones muy interesantes y gratuitas que bien merece la pena conocer. Por ejemplo, la que visité en su día, recogía la relación que ha tenido el cine de Hollywood con la ciudad, haciendo un repaso por los largometrajes más emblemáticos que han tenido París como escenario.
Ésta última vez, no tuve tiempo de ir a ninguna exposición, pero sí para callejear un par de horas por mi barrio preferido: Le Marais. Bajo mi punto de vista, es el más parisino de todos, y por eso me gusta tanto. Las fotos que acompañan al post son el resultado de ese paseo. Era domingo por la mañana así que apenas se veía gente, y muchas tiendas y comercios estaban cerrados. Pero tuve suerte, y también me topé con algunos abiertos, cosa que no desaproveché, puesto que me encanta curiosear y observar los escaparates. Y ahora que me encuentro en vías de abrir una tienda, pues aún más. Nunca viene mal un poco de inspiración.
París no es sólo bonita por sus atracciones turísticas, que también, sino que uno de los mayores atractivos que ofrece la ciudad es poder vivirla por dentro, sintiéndote un parisino más, leyendo sentado en una terraza de un café, yendo a galerías de arte, comprando algún objeto vintage en una tienda de antigüedades, o tomándose una copa de vino con amigos en cualquier restaurante de esos en los que apenas hay espacio entre las mesas.
Acabo de regresar y ya tengo ganas de volver.