Y llega Aragón y con el Huesca, Ordesa, Benasque y la Renclusa, el mítico refugio de alta montaña a los pies de las Maladetas y del “jefe” Aneto entre otros.
La alta montaña recibe a nuestros esquís y crampones con dos días de intensa nevada y ventiscas que abortan dos “ataques” a cumbres.
Por suerte, el ultimo día el sol nos giña un brillo que nos permite subir al pico del Alba y contemplar esplendidas moles cercanas cubiertas la misma nieve que nos impedía llegar hasta ellas.
Luego vienen jornadas en las que caracoleo por los valles y congostos, ríos y alturas, como si fuera un quebrantahuesos de los que tengo la suerte de ver cerca de Gistain, entre tantos buitres leonados que dominan estas alturas.
Cerca, queda la sierra de Guara y allí me bautizo en barrancos de la mano de Raúl, otro finalista del reto Grifone que es guía y me lleva por los pasillos de “su casa” a disfrutar de emociones fuertes y paisajes escondidos que ni imaginaba. El Basender y el Oscuro de Balced me dejan boquiabierto. Entornos casi surrealistas, dalinianos. Aguas turquesas, serpientes de piedra, pasillos, sifones., cascadas, saltos… me encanta!
Para rematar, otro día nos día nos vamos a ver la cascada Cola de Caballo a Ordesa disfrutando del paseo típico pero impresionante a los pies del circo glaciar. Por la tarde, bajamos a Broto donde nos espera una via ferrata asequible pero muy adrenalínica al lado de la impresionante cascada que te quita el poco aliento que te dejaba el esfuerzo y el vertigo.
Subimos la ferrata como ratoncitos por las entrañas de lo que también es un barranco en sentido inverso y ponemos la guinda con altas panorámicas de Broto, su cascada y también de la Ordesa que ya recordamos lejos en la mañana.
Rumbo a Navarra voy nadando entre verde. La primavera hace de las suyas y los colores al sol se multiplican por dos. El pirineo Navarro es Bosque, Pueblos, Madera, Río, Fozes, Quesos (del valle del Roncal)…
Llegas casi sin querer a la famosa selva de Irati, que te pasea entre decenas de especies de árboles centenarios, dólmenes y senderos de alfombras caducas. La vista tiende a levantarse y perderse entre la espesura, las copas de las hayas y los cientos de tonos que no recordabas existían.
El paseo se vuelve pacifico y los pulmones se llenan de el aire puro de estos bronquios de la tierra.
Para despertar de este ensueño de primavera me tropiezo en el calendario con una cita ineludible: Zegama. Un pueblecito del país Vasco en que se celebra la maratón de montaña por excelencia.
Los mejores en el mejor entorno. Una experiencia y ambiente que todo el mundo debería conocer una vez en la vida. No solo es poder ver a esos monstruos como Kilian Jornet (que batió el record de la prueba) luchando contra los elementos y rivales durante casi 4 horas, sino es que casi impresiona mas el entorno, la gente dando aliento, moviéndose en masa de un punto a otro para animar y admirar a los participantes luchando contra esas pendientes.
La montaña parece palpitar entre vítores, aplausos y sonrisas. El pueblecito también se hincha orgulloso de sonrisas, encuentros, deporte, celebración y esfuerzo.
Una buena guinda para esta “etapa”.
Fotos realizadas con Lumix GH3