Alguien me comentó que a Évora la llamaban la “mini Roma”. Hombre, yo no diría tanto pero lo cierto es que la ciudad portuguesa tiene uno de los cascos antiguos mejor conservados de Europa y, lo que es aún mejor, guarda sus esencias casi intactas. Si sólo pudiera visitar 3 ciudades portuguesas a lo largo de mi vida (cosa que no ha sucedido y ya es imposible que suceda) serían Lisboa, Oporto y Évora. Elevada sobre una colina en pleno Alentejo, ha sabido mantener un pasado intacto mientras el futuro se va colando por sus rendijas.
Por las estrechas calles de Évora recorremos unos pocos de metros y retrocedemos cientos de años en el tiempo. Calles blancas y albero contrastan con el azul de los azulejos artesanales que pueblan los interiores de palacios, quintas e iglesias. Zizaguean y en pleno otoño huelen a castaña asada al tiempo que se empiezan a ver los primeros capotes para combatir el frío.
Decía José Saramago: «Porque Évora es sobre todo un estado de ánimo, ese estado de ánimo que, a lo largo de su historia, a menudo defiende su lugar en el pasado sin negar en el presente el espacio propio, como si, con la misma mirada intensa que requieren sus horizontes, a si misma se hubiera contemplado y por tanto comprendido que sólo hay una forma de asegurar la perpetuidad de sobrevivir a la precariedad de la existencia humana y de sus obras: mantener el hilo de la historia y, sujetarla con firmeza hacia el futuro . Évora está viva porque sus raíces están vivas «.
Es incontrolable ese halo poético que sobrevuela la ciudad, aquí los hipster leen a Pessoa y escuchan a A Jigsaw. Quizá se debe a una historia llena de desdén. La mayoría de los monumentos de Évora datan de los siglos XIV, XV y XVI cuando era la preferida para la dinastía reinante. La Universidad fue la última de esas obras para la ciudad favorita del reino. Luego cayó en el desdén. España y Portugal se separan y los monacas portugueses eligen como favorita a Lisboa. Évora, como casi todo el Alentejo cayó en el olvido más absoluto hasta convertirse en una de las más atrasadas de toda Europa. Casi todos se fueron de la región y pocos triunfaron. Uno de ellos fue Vasco de Gama que encontró la vía marítima a la India tras rodear el cabo de Buena Esperanza. A lo mejor habría que buscar aquí la razón por la que muchas de estas ciudades portuguesas, incluida Évora han quedado fijas en el tiempo. Es como si alguien hubiera pulsado el pause para que el viajero disfrute de una ciudad que se muestra sin atavismos y que conserva buena parte de aquellas iglesias, palacios, conventos y plazas con historia.
En este lugar quemaron públicamente a decenas de víctimas de la Inquisición en el siglo XVI, ejecutaron en 1483 al duque de Bragança, Fernando, y tuvieron lugar tensos debates sobre la reforma agraria en la década de los 70. Hoy sigue siendo el centro neurálgico de Évora pero en este caso para pasear, tomar café o gozar del sol. De la plaza de Giraldo salen las sinuosas calles que conforman el barrio judio, auténtico atractivo turístico de la ciudad, y con razón. Atentos a los recovecos que forman las preciosas casas con balcones y las arcos moriscos que las coronan.
Subiendo una de esas calles de la parte judia, repleta de tiendas de regalos y artesanía que rebosan de objetos hechos de corcho, tras doblar la esquina te encuentras con la encuentras de golpe. La Sé (Catedral) es un claro ejemplo del medievo cristiano. Se empezó a construir sólo 20 años después de que los árabes fueran expulsados de Portugal. Se tardó tantísimo en terminar que comenzó siendo románica y acabó con interminables giros góticos.
Es uno de los monumentos romanos mejor conservados de Portugal y probablemente de toda la Península Ibérica, con permiso de Mérida. Fue construido hace más de 2.000 años y hay discrepancias en que estuviera dedicado a Diana, a pesar de que en Évora es conocido como el Templo de Diana. Algunos piensa que tal vez se hizo en honor de Julio Cesar. Al parecer ha llegado hasta nuestros días con tal grado de dignidad porque durante la Edad Media se tapió para formar una pequeña fortaleza, y más tarde se utilizó como matadero municipal. Hasta finales del siglo XIX no se volvió a dejar al descubierto.
Este antiguo convento con un elegante claustro gótico está declarado monumento nacional. En 1965 pasó a ser una pousada, un alojamiento de alta alcurnia en Portugal. Loios es un buen lugar para pasear mientras fingimos ser unos potentados acaudalados del Alentejo.
Los hermosos azulejos adornan el pasillo que lleva a las aulas y oficinas de la Universidad de Evora. Dentro de él se respira la entrega a la literatura y a la historia. A pesar de que tiene más de 6 siglos de historia, desde que los jesuitas la fundaran en 1559, en realidad es en 1973 cuando retoma la actividad académica. El marqués de Pombal ordenó su cierre tras la expulsión de los jesuitas en el siglo XVII, permanenciendo clausurado hasta 1973.
“Nosotros, los huesos que aquí estamos, a los vuestros esperamos”. Este es, podríamos decir, el eslogan que reza en el frontispicio de la Capela dos Ossos (Capilla de los Huesos) de Évora. Construida como recordartorio de la muerte por los franciscanos en el siglo XVII, el recinto se utilizaba para meditar sobre la condición humana. Esta salita con las paredas cubiertas por huesos y calaveras de unas 5.000 personas para algunos representa una imagen macabra, para otros artística. En cualquier caso, es fascinante.
Para comer bien y barato tenéis este restaurante junto a la plaza de Giraldo que es muy frecuentado por los lugareños. Medias raciones por 6 euros que sobran para una persona y que van acompañadas, todas, por patatas y ensalada. Buen bacalao y carnes. Cuidado con los entrantes, 3€ por plato y te ponen 3 nada más llegar. Si no los quieres pide que te los retiren, sino te los cobrarán.
*Fotos realizadas con la Lumix DMC-GF6