Descubre la aventura del embajador Aner Etxebarria en Uganda con la Lumix S5. Nos cuenta la historia de la ranger Joy, que dedica su vida a proteger a la familia Nyakagezi de gorilas de montaña en el Parque nacional de Mgahinga.
Un inmenso banco de bruma se desliza sobre las cumbres de tres gigantes dormidos. Son los volcanes Muhavura, Gahinga y Sabinyo. Las tres montañas que conforman el Parque Nacional de Mgahinga, hogar de los monos dorados y los gorilas de montaña.
Aquí donde el “oro se encuentra con la plata” las fronteras de Uganda, Ruanda y República Democrática del Congo conforman un ecosistema de ensueño. Los antílopes campan a sus anchas entre la espesura mientras las aves que se alimentan del néctar de las flores ofrecen una orquesta incesante. Frenesí sonoro que contrasta con los silenciosos camaleones de Jackson, quienes se desplazan de rama en rama fundidos con el color del bosque.
¿Qué más se podría pedir en un mundo donde la naturaleza se encuentra al borde del abismo? Ah sí, casi se me olvida: Una historia humana que suponga un referente para todos aquellos que añoramos un planeta en el que la biodiversidad recupere el lugar que le fue arrebatado. Esa es la historia de Joy, la mujer, la madre y la ranger que cautivó los corazones de nuestro equipo. Por ella, Pablo, Maitane, Toni y el que escribe estas líneas viajamos hasta Uganda con nuestras Lumix S5. Para saber qué se siente al ser una ranger del Parque Nacional de Mgahinga encargada de proteger a la familia Nyakagezi.
Nyakagezi es el clan integrado por los nueve gorilas de montaña habituados a la presencia humana que viven en las faldas del volcán Muhavura. Cada amanecer Joy y sus compañeros se adentran en las profundidades del bosque para asegurarse de que la familia Nyakagezi se encuentra a salvo, desmantelar trampas de furtivos y guiar a los escasos turistas que se acercan a estas montañas hasta la increíble experiencia que supone observar con tus propios ojos un gorila.
Elefantes, leones, rinocerontes y otras especies han pasado ante mis ojos. Sin embargo, creo no equivocarme si digo que, ninguna de ellas consigue dejar el poso emocional con el que te marca la mirada de un gorila de montaña. Se trata de un encuentro con una versión de ti mismo. Una versión mejorada porque su mirada es limpia. En ella no encontrarás la codicia, ni la envidia, ni todo aquello que nos ha llevado a convertirnos en depredadores de nosotros mismos en la era moderna. Tal y como Joy nos ha explicado a lo largo de las dos semanas que hemos convivido con ella: “Son humanos salvajes. Humanos que no han salido del bosque”.
A lo largo del rodaje nuestro equipo ha documentado el día a día de Joy como ranger pero también como madre. La dedicación con la que educa a sus hijos Favour y Abie en los valores de la conservación de la naturaleza nos ha dado una muestra de la profunda convicción con la que lleva a cabo un trabajo culturalmente pensado solo para hombres. “¿De verdad vas a disparar? ¿De verdad vas a manejar un arma?”. Estas son solo algunas de las frases que Joy recuerda de su entorno más cercano cuando decidió dedicar su vida a proteger a los gorilas de montaña.
Sus pequeños Favour y Abie jamás han visto a la familia de Nyakagezi y no lo harán hasta que alcancen los 16 años de edad. Sin embargo, gracias a su madre, son conscientes de que tienen unos hermanos muy especiales que viven en el interior del bosque. Saben que se alimentan de bambú, que para comunicarse emiten gruñidos y que marcan su territorio golpeando sus puños contra sus pectorales en señal de autoridad. Una familia paralela en la que Rukundu, uno de los espalda plateada, tiene ganado el corazón de su madre.
Rukundu significa amor en lengua local y para Joy se trata de su ejemplar predilecto. Un portento de más de 200 kilos de peso que protege a los más pequeños de su familia de la misma forma en la que Joy cuida a diario de Favour y Abie. Qué maravilloso resulta contemplar a dos seres, que comparten tanto y a la vez tan poco, comportarse de una forma tan delicada para proteger a aquellos a los que más quieren.
Quizá nuestro lugar siempre estuvo en las profundidades del bosque.