Rincones invisibles de Rio Grande Do Norte

FugáIMG_8083ndome de las hamacas de Ponta do Mel y de sus partidos de futbol playa, bato el record de menor distancia recorrida en un día con solo 5 km. De este modo gano puntos para mi “vuelta al mundo más lenta de la historia”.

 

 

 

Y es que me topo con un paraíso anónimo, invisible: Las Dunas do Rosado.
Más que un pueblecito, Rosado es un grupo de casas atrapadas entre la playa y el gran tesoro que se levanta a sus espaldas, un espectacular campo de dunas. Es muy extenso y acaba formando casi un desierto. Hay dunas de distintos colores algunas altas como montes. No pude evitar acordarme del Erg Chebbi de Marruecos.

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Fotografía realizada con una Lumix GH3

Un tesoro de Rio Grande do Norte que nadie visita, desconocido al turista, abandonado. Pienso que mejor así, pues tengo la oportunidad de verlo como siempre ha sido. No hay posadas, solo casas humildes como sus gentes que mayoritariamente vive del mar, pues en la arena poco hay que plantar.

Disfruto de un café a pie de playa con los cuatro pecadores que se ponen al día de los últimos rumores mientras la arena cruza la carretera buscando sepultar las casas que son barridas y desenterradas a diario.

 

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Fotografía realizada con una Lumix GH3

El extraterrestre que ha llegado en bicicleta a su olvidado pueblo es el tema del día (o de semanas) y termino entrevistado por toda una familia que grado a grado forma casi todo el pueblo al completo. Me cuentan de paso, que un montículo cercano, en el que todavía se conservan las cruces, hace eones se rodó una telenovela sobre Jesucristo, toda una efeméride que no se olvidará jamás. Entre charlas y risas, gano compañía para mi visita a las dunas.

 

No puedo creer lo que ven mis ojos, si ya de lejos aprecia bonito, cerca es espectacular. Dunas de distintos colores, arenas rojizas mezclándose con otras blancas, filigranas dibujadas por el viento, sombras cambiantes y vistas al mar. Lo increíble es que no hay más pisadas que las nuestras y tampoco “shows” turísticos en camello ni todoterrenos y motos saltando entre las dunas. Hay silencio y belleza, sin tiempo, sin referencia, sin presencia humana.

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Fotografía realizada con una Lumix GH3

El desierto deja una huella en las personas que dura más que las que estas dejan en el.

Donde terminan las dunas hay una tierra más llana y rojiza a las que algunos osados tratan de arrancarle frutos. Estoy invitado al cumpleaños del patriarca de la familia Andrade que es de los pocos que aceptan el reto de robar vida al desierto.

Numerosos, humildes, acogedores, luchadores y alegres como buenos brasileños, disfrutan de la vida todo lo que pueden mirando de reojo al trabajo.
Un trabajo durísimo, con poca recompensa, apenas cabras y sandias es lo que puedo ver. Más abundantes son las sonrisas y los abrazos sinceros, gasolina para el trabajo en el campo.

El viento trae unas nubes muy feas que el desierto se encarga de expulsar. Apenas 4 gotas y un viento creciente que por la noche colara media duna en cada casa.

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Fotografía realizada con una Lumix GH3

Al amanecer, una fuga más del nómada, tras la despedida alegre y nostálgica pese al poco tiempo compartido. Pedaleo entre dunas que quieren esconderme la carretera y descanso entre dunas para protegerme del viento. Avanzo y el entorno va cambiando con llanuras en las que los burros se pelean a coz limpia y lagunas llenas de aves que preceden a las salinas llenas de trabajo.

 

Así, por esas lejanas tierras, entre la poca presencia humana y la discreta pero abundante animal, llego al pueblecito que pone punto y final a Rio Grande do Norte, Galinhos.

 

Aquí si llega algún turista despistado a pasear con un carro tirado por burros o caballo entre sus calles de arena o hasta el faro de la desembocadura del rio o para practicar kitesurf en su ventosa playa. Por suerte, el boca a boca me lleva a plantar mi tienda al ladito de la última casa del lado olvidado de la “isla”, no hay ni calle, se anda por la rivera del rio, que es prácticamente una playa. El pueblo queda aislado entre el rio paralelo al mar y este. La casa de un joven pescador que parece viejo y que también frecuenta un viejo lobo de mar salido del libro de Hemingway.

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Fotografía realizada con una Lumix GH3

Si no fuera por los molinos de energía eólica del horizonte juraría que he viajado en el tiempo. El viejo Felipe calafatea una vieja barca de madera bajo el sol que sigue acuchillando su piel sin piedad. Los cansados caballos se dan una vuelta a la “isla” libres, tras su jornada laboral con los turistas. Los niños juegan con los animales y el agua o cualquier cosa que les llegue flotando. El faro abandonado pone la guinda a puestas de sol perfectas con delfines incluidos que se acercan a pescar a la desembocadura. La última mañana, mientras Felipe sigue con su infinita labor, las nubes me regalan una pincelada de arcoíris como broche a mi última foto.

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Fotografía realizada con una Lumix GH3

Buena calma antes de ir hacia Natal, la gran capital de Rio Grande do Norte donde despertare de estos ensueños de poblados y playas desiertas a base de edificios, asfaltos, pero también playas, cultura, amistades…

Hasta la próxima.

 

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