El sueño de una noche de verano madrileña

Luigi Bocherinni era un músico de la Corte de Carlos III, allá por 1780, del Madrid ilustrado, del Madrid que resurgía como ciudad hasta equipararla a las ciudades europeas de la época. Era el Madrid de las fuentes como la Cibeles y Neptuno, de la Ópera, de los museos como el Prado y de palacios como el Real. El músico, inspirándose en las escenas nocturnas de las calles de la capital, una mezcla entre bullicio y tradición, escribe la popular “Musica notturna delle strade di Madrid “ (Música nocturna de las calles de Madrid), retratando campanas de iglesias, jóvenes divirtiéndose con bailes populares, mendigos tocado instrumentos, soldados de guardia…

Han pasado más de doscientos años y muy poco del ambiente que en su música describía ha cambiado. Una noche de verano en Madrid es encontrarse una  marabunta de personas saliendo de sus casas para intentar recuperarse del calor diurno, haciéndose sitio en alguna de los cientos de terrazas para tomarse un refrescante tinto de verano.

Noche de verano en Madrid

Por la noche la Plaza de Oriente huele al boj de sus jardines y la fuente del monumento a Felipe IV, diseñada por los mismísmos Velázquez y Galileo Galilei refresca el ambiente. El Palacio Real ilumina con un ambiente mágico a aquellos que intentan descansar tumbados en el césped de sus jardines mientras las estatuas de los reyes godos, ajenas al calor vigilan a los numerosos clientes que frecuentan los centenarios cafés de la plaza.

Palacio Real de noche

La Plaza de Isabel II y La Puerta del Sol, como eternos puntos de encuentro, son testigos del paso de cientos de madrileños y turistas que circulan hacia no se sabe bien dónde. El trayecto entre ambos lugares, la calle Arenal, es una mezcla del sonido de las campanas de la mudéjar iglesia de San Ginés con los músicos callejeros de Bocherinni y  la gente agolpada para entrar en las discotecas de moda, como la mítica Joy Eslava, un clásico de la noche castiza.

Puerta del Sol de noche

La Gran Vía, emblema del Madrid moderno y alejada del Madrid histórico e ilustrado también trata de evocar la música de Bocherinni, el escenario es diferente y entre neones, coches, teatros y restaurantes, la partitura del genial italiano cobra actualidad. El clásico pasacalles se transforma en aceras repletas de jóvenes buscando los lugares de marcha en los vecinos barrios de Malasaña y Chueca, señores y señoras maduros que van camino del eterno Golden y familias que salen del musical de moda, donde han pasado dos horas refrigerados y ahora corren a las chocolaterías donde tomar un helado o beber una horchata.

Gran Vía de noche

Lo mejor para huir del bullicio y respirar algo de aire una noche de verano en Madrid, es subir al denominado Balcón de Rosales, junto al templo egipcio de Debod. La puesta de sol sobre la Casa de Campo y la Sierra de Madrid es el particular homenaje ibicenco de una capital que no tiene mar. Luego un paseo por el Parque del Oeste y tomar algo en las múltiples terrazas de verano que se abren a tan maravillosas vistas.

Sólo falta la música de Bocherinni. Son las 23:00 horas y el termómetro de la marquesina del bus marca 30ºC, aún queda mucha noche por delante.

*Fotos realizadas con la Lumix DMC-G6

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