Aner y su equipo recorren el Valle del rio Omo en busca de su nueva protagonista, Ayika. Un referente de belleza de la tribu de los Hamer en Etiopía, uno de los pueblos más ancestrales del planeta, que narra frente a la mirada de la nueva Lumix GH6 que significa para ella y su tribu la belleza, en un paraje anclado en el pasado lleno de tradiciones.
En la memoria de un documentalista siempre existe espacio suficiente para un recuerdo, para una emoción, para una historia inolvidable. Más aún, si cabe, para un viaje en el tiempo.
¡Y allá vamos! Tras dos largos días a bordo de nuestro DeLorean, Toyota Land Cruiser para ser más exactos, rumbo al extremo sur de Etiopía. Al lugar considerado por muchos antropólogos como la cuna de la humanidad y el hogar de algunos de los pueblos más ancestrales del continente africano. El valle del Omo.
Hamers, Dassanechs, Mursis, Suris y Nyangatoms entre otras muchas tribus, desarrollan sus vidas apegadas a un río de color chocolate de más de 700 kilómetros cuyas aguas desembocan en el lago Turkana, al norte de Kenia. Una arteria de vida rodeada de cultivos, gargantas de piedra, bosques bajos y zonas desérticas, que nos guía hasta nuestro destino: el territorio Hamer.
Pequeñas cabañas circulares de madera, coronadas por cónicos tejados de paja, conforman la aldea de Weñarke. Son las 7 de la mañana y el sol comienza a arañar el horizonte. El canto de un gallo, los gemidos de algunas cabras y el rugir de nuestro DeLorean son los únicos sonidos que alteran la quietud del paraje. Entonces, tras apagar el contacto de nuestra máquina del tiempo escuchamos, a lo lejos, la ebullición de un café que nos invita a encontrarnos con Ayika, la protagonista de nuestra historia. La anfitriona de nuestro viaje al pasado.
Incontables pulseras doradas de latón, creadas a partir de la fundición de casquillos de balas de AK-47, decoran sus brazos y piernas. Alrededor de su cuello descansan dos pesados collares de hierro, uno por cada marido. Finísimas espirales de metal retorcido envuelven sus fuertes y arrugados dedos. Un vistoso peinado de rastas rojas se prolonga desde su frente hasta el final de su nuca. Y sobre sus cabellos una corona de conchas que sostiene una larga pluma de avestruz termina de dar el toque de gracia a una mujer extraordinaria.
Ayika, mujer que cuida de los más pequeños en lengua Hamer, nos recibe en su humilde morada con los brazos abiertos. Bebemos juntos el café de la misma calabaza, esnifamos su tabaco a la vez que ella y compartimos carcajadas mientras tratamos de disimular en vano nuestra consiguiente irritación nasal. Así es como se rompe el hielo con los Hamer por estos lares antes de comenzar a rodar con nuestras Lumix GH6.
A lo largo de nuestros seis días de convivencia con Ayika y sus familiares, descubrimos el significado de la belleza para las mujeres Hamer. Inmortalizamos sus opiniones acerca de un futuro que pretende dar la espalda a la tradición y documentamos la felicidad y el orgullo con el que todas ellas portan unos ornamentos propios de un pasado remoto. Casi me atrevería a decir, de un mundo paralelo.
No sabemos cuántos años tiene Ayika y probablemente, a pesar de su sabiduría, ella tampoco lo sepa con exactitud. Es uno de esos detalles que aportan una mística especial y que en el fondo carecen de importancia para aquellos que viajamos en el tiempo con el afán de conservar historias inolvidables.
Por muchos más viajes en el DeLorean.